La cámara de fototrampeo es nuestra aliada en la noche. Es nuestro vigía y está alerta mientras nosotros descansamos. Nos ayuda a descubrir esa fauna escondida que emerge de la profundidad del bosque, a sabiendas de que el "humano" ya no está.
Y cuando el día amance, cuando la noche se diluye, ellos se retiran. Y el naturalista, como niño que se levanta la mañana del día de Reyes, desayuna con prisa para dirigirse al rincón secreto donde escondió la cámara. ¿Habrán comido el cebo? ¡Sí!. ¿Quién habrá visitado nuestro comedero?.
En esta primera prueba no ha podido ir mejor la cosa. Una gineta (de la que sólo quedó constancia de su anillada cola en una única fotografía), y la garduña (que se recreó alimentándose frente a la cámara, sin percibir nada extraño).
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